Distinguidas autoridades, estimados colegas profesores, estimados colegas alumnos, queridos amigos.
Antes de que el sol cubriera los cerros; antes que el mar se vistiera de colores, antes que las aves se despertaran en sus nidos este día; la ENAFO ya espectaba la conmemoración de sus treinta años. Si, por que hace 30 años que Concepción fue escenario de un sueño, en donde un grupo de amigos del Folklore, dieron las primeras formas a este hogar. Un hogar con grandes puertas, con una enorme familia que crece cada día más, en profundidad y en extensión; es decir, la ENAFO celabrando su trigésima temporada.
Ya dejamos atrás los años adolescentes, ahora enfrentamos nuestra madurez con la mirada del hombre y la mujer joven aun; con una gran energía y con las ideas mucho mas claras que antes; nos entrelazaremos las manos, nos miraremos a los ojos y sentiremos esa fuerza, esa electricidad que nos mueve, que nos impulsa para seguir adelante.
En este camino de franca madurez, hemos formado algo mas importante, una familia tradicional; es decir una familia extendida, porque en nuestro seno se han conformado nuevos núcleos, han nacido hijos y nietos; diríamos que somos mucho mas que familias, somos ese algo que nos une que nos marca a fuego en el alma, porque la Escuela Nacional de Folklore
“Encendió en nuestro pecho
un volcán, de amor la llama
y ese fuego que se inflama
va creciendo más y mas”.
Las principales calles del centro de Concepción nos vieron crecer con las muestras al público en donde se revivieron, ritmos y bailes representativos de todo nuestro largo y angosto país, a la sombra de nuestro emblema, de nuestras raíces, de nuestra filosofía de vida.
ENAFO, algunas veces han intentado imitarte, o han querido llevar tu sello pero eres única e irrepetible, tu particular vibración nos eriza la piel. Es inevitable que hasta el mas duro no sienta que se le cierra la garganta cuando llega el día de las despedidas, donde tomados de las manos cantamos nuestro himno, y al mirarte veo que emergen suaves perlas por tu mejilla; ahí quisiéramos que ese momento no terminase nunca; ya que es en ese instante cuando somos uno solo, un solo cuerpo con un solo gran corazón que no dejará ya mas de latir.
Aquí estamos de nuevo, enterrando el pesimismo, el mal humor, los malos momentos para dar paso a la alegría del reencuentro, a las ansias de buscar a través del folklore la unidad del país como eje articulador; a fin de hacerlo más justo, más equitativo y desarrollado. Y es en este punto donde nuestro eje centralizador es nuestra Escuela, donde encontramos amigos nuevos, nos reencontramos con aquellos que dejamos el año pasado, intercambiamos experiencias y aprendemos a ser mejores personas más humanos: con nosotros y nuestro entorno.
Que hermoso es sentir que acariciaremos una vez más las calles de esta querida Concepción, fundada por Pedro de Valdivia 5 de octubre de 1550 bautizada como «La Concepción de María Purísima, del Nuevo Extremo». Y que hoy como ayer se expande hacia nuestros vecinos, al igual que la cultura folklórica, que no tiene fronteras, y este es un júbilo colectivo en donde somos más hermanos minuto a minuto.
Es un gran honor, dirigirles las primeras palabras de bienvenida que van a recibir entre nosotros, en el curso de esta trigésima Temoprada, sesión de apertura con que hoy se inaugura en la sala de Artistas del Acero.
En esta ocasión solemne, donde se materializan los sueños por el cual se ha luchado tan denodadamente, donde se hacen realidad los compromisos contraidos; quisiera que mis palabras de bienvenida fuesen especialmente calurosas y cordiales. No sólo para estar a tono con las temepraturas del verano, sino como expresión jubilosa y entrañable del sentimiento de solidaridad intelectual y humana que nos produce su presencia y la gratitud que experimentamos ante la confianza que han depositado en nosotros y que espero que no se ha de ver defraudada. Que nuestro encuentro o reencuentro cuente con el exclusivo objeto de aprender unos de otros a través del diálogo cordial y el intercambio de ideas, capaces no sólo de iluminarnos sobre lo mucho que ignoramos, sino de hacernos entender mejor lo que ya creíamos saber. Pero también para reforzar las numerosas oportunidades de vernos, para saludar a los viejos amigos, y conocer personalmente a los nuevos.
Espero y deseo que el programa que hemos organizado, en el que se ha procurado alternar el rigor científico de las sesiones de trabajo con el trato amable y cordial del encuentro personal y humano, sea del agrado de todos ustedes, pues es fruto de una ardua e intensa labor, inspirada en los mejores deseos de acertar y de llevar a feliz término la misión encomendada.
Si ello se logra y merecemos la aprobación de todos ustedes, no sólo obtendremos la mejor recompensa a que es posible aspirar por el esfuerzo realizado, sino que habremos alcanzado además nuestro principal objetivo: procurar, en la medida de nuestras fuerzas, que la ENAFO siga siendo un punto de referencia obligado en el ámbito de esos estudios, que han llevado a tan altas cotas a algunos de mis ilustres colegas, y a los que no pueden ni deben renunciar.
Parodiando a uno de nuestros maestros quien hoy nos mira y nos apoya desde el infinito, los seguimos invitando como hermanos araucanos y españoles, es decir americano, a sentarnos frente a un vaso de un buen vino, hondo pipeño, risueño; con gusto y aroma a uva, para que la verdad suba, desde el fondo submarino. Los invitamos a tender la redes hacia horizonte azulino, para recoger desde la mar, adentro, la estrella de nuestro destino, destino de sino humano araucano y español, es decir, americano. Solo de esta forma sintonizaremos todos los años frente al llamado de la ENAFO que nos dice:
“No me olvides,
no, amor mío
ten confianza, ten confianza
siempre en mi,
eres el único bien, por quien deliro,
acuérdate, acuérdate me mi”.
MUCHAS GRACIAS.
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